martes, 8 de febrero de 2011

Breve e incompleta reflexión sobre el perdón

Necesito unas disculpas, y me doy cuenta de que no llegan. No puedo pedir que me las den, no hay forma de proveerme de ellas, y las necesito. La única forma que se me ocurre para conseguirla es ofreciendo algunas, obviamente sinceras. Obtenemos lo que damos a cambio. Puede ser que después de repartir varias me llegué alguna, y se forme una especie de círculo, como el de los abrazos, que me traiga la que espero. Podría ser el día universal del perdón, no simplemente el Yom Kipur, el día del perdón, la expiación y el arrepentimiento de los judíos. Durante ese día, los judíos se olvidan de comer, de beber, de bañarse, de calzarse, y de tener sexo, porque para purificarse deben olvidarse de todo lo material y concentrarse en el espíritu. Bien podríamos procurarnos diez días como ellos para pensar, porque se necesita preparación y compromiso para cumplir con los fines de la celebración (que no es preparación para la abstinencia y el ayuno, por supuesto).
Podría ofrecer el perdón más importante de toda mi vida a la persona que me lastimó más profundamente. Resulta que necesito más ofrecer ese perdón que buscar las disculpas hacia mí. No, no hace falta declarar un Yom Kipur universal pero sí, tal vez, la ilusión de una meta trascendente. La creencia de un sentido que envuelve todo como un viento poderoso que puede hacer y deshacer remolinos. La creencia de que hay elevación en todo esto. Por un minuto, ante tanto ateísmo, nihilismo, y pugna a las instituciones en general, pensar que la religión y las demás instituciones dejaron un enorme hueco, que continúa vacío. El problema no es que haya un hueco, sino que continúe vacío. Esto excede, por supuesto, al foco de esta reflexión, y excede mucho a este blog, que nunca pretendió asumir posturas políticas. Pero hay un leve cambio de perspectiva, que ahora es sólo una posibilidad, que se va abriendo como un abanico.